Elia Gabriela Matú Álvarez
Licenciatura en
Humanidades
En la actualidad se piensa que las humanidades no sirven, esto provoca gran preocupación para el ámbito humanístico, pues ahora sus saberes se contemplan como inútiles y susceptibles de ser removidos de los planes de estudios de nivel básico y superior; prueba de ello es que se han empezado a eliminar asignaturas y carreras de esta índole. Ante tales circunstancias nos preguntamos: ¿nos espera un futuro sin humanidades en la educación universitaria?
Gracias a la globalización y a la preocupación de los países por mantener un nivel económico alto, o al menos redituable, se han privilegiado currículos educativos que eliminen o pongan en segundo término las asignaturas humanísticas; esto, sumado a que personas del gremio disciplinario han sucumbido ante discursos cientificistas o capitalistas, en los cuales se ve a las humanidades como pseudosaberes sin rentabilidad para la vida futura del país, es que se ha propagado el mensaje de que las humanidades han muerto o al menos están en un proceso de extinción.
Dado lo anterior, es pertinente pensar el papel de las humanidades en la educación universitaria y reflexionar acerca de su declive, para luego concluir por qué ahora tenemos una perspectiva vaga acerca de este campo del saber, y si tiene futuro en la educación universitaria del siglo xxi.
El comienzo de las humanidades en la educación universitaria
Cuando nos referimos a las humanidades puede pensarse de manera superflua que es un conjunto de ramas del saber que se focalizan en estudiar al ser humano como “ente social, dando gran énfasis a aspectos como el comportamiento, interacciones humanas y la cultura” (Universidad de Guadalajara, s.f.). Sin embargo, aunque la idea no es errónea, cuando hablamos de humanidades se hace referencia a algo históricamente más profundo. En este sentido, lo que se quiere decir, es que las humanidades son el receptáculo de la sabiduría griega y latina clásica que se fue adaptando a ciertas instituciones educativas de Europa, ello incluyó “lo que Cicerón entendía por studia humanitatis: una educación literaria y moral” (Martínez Garnica y Acevedo Tarazona, 2016, p. 83), y la cual surgió en el Renacimiento, específicamente en el quattrocento y cinquecento, queriendo rescatar lo clásico.
Ahora bien, para entender por qué las humanidades se interesaron por el rescate de lo clásico es necesario retroceder un poco en la historia. Recordemos que en la Edad Media el ser humano se ocupaba de pensar, leer, interpretar y comprender a Dios; las creencias y conocimientos eclesiásticos eran los que reinaban en aquella época en toda Europa; por consiguiente, en el Renacimiento de los siglos xv y xvi se rescató lo clásico porque la mirada comenzó a cambiar; es decir, empezó a indagarse desde una perspectiva distinta en la cual Dios o la religión ya no figuraban como protagonistas. Por tal razón hubo un cambio de paradigma que estableció al ser humano en una relación Hombre-mundo; por consecuencia, surge el humanismo y, como bien disertó Pico Della Mirandola (2016) ante el papado, el hombre recuperó su dignidad.
El rescate de lo clásico fue gracias a la inquietud que tuvo la humanidad por volverse a sí misma sujeto y objeto de estudio; al interesarse por la filología de las lenguas antiguas; por la cultura grecolatina; entre otro entramado de saberes que se configuraron para enriquecer el conocimiento sobre el ser humano y encontrar su propia historia. Derivado de ese interés por conocerse a sí mismo surgieron en Florencia, Roma y Venecia los Studia Humanitati,s que se enfocaban en revisar saberes de retórica, gramática, poesía, historia, filosofía moral, el cultivo de las bellas artes, el arte basado en la cultura grecolatina, el antropocentrismo y la razón humana.
Gracias a la popularidad que fue adquiriendo el humanismo en las escuelas urbanas –Studio de Florencia, la Sodalitas de Venecia, la escuela londinense de Saint Paul y las nuevas academias en Europa– adoptaron también el estudio de las humanidades, ya que se pensaba que, al apostar por el estudio de las lenguas y las literaturas clásicas de Grecia y Roma se podrían rescatar aprendizajes que transformaran a las personas en ciudadanos libres, íntegros, que conocieran de su historia y fructificaran su espíritu (Martínez Garnica y Acevedo Tarazona, 2016). Asimismo, se creía que toda educación humana debía dirigirse atendiendo a lo que Aristóteles alegaba en su Política (1873, citado en Martínez Garnica y Acevedo Tarazona, 2016, p.5):
Es un punto incontestable que la educación debe comprender, entre las cosas útiles, las que son de absoluta necesidad, pero no todas sin excepción. Debiendo distinguirse todas las ocupaciones en liberales y serviles, la juventud solo aprenderá, entre las cosas útiles, aquellas que no tiendan a convertir en artesanos a los que las practiquen. Se llaman ocupaciones propias de artesanos todas aquellas, pertenezcan al arte o a la ciencia, que son completamente inútiles para preparar el cuerpo, el alma o el espíritu de un hombre libre para los actos y la práctica de la virtud.
En tanto, se buscaban tres fines educativos, a saber: instruir a los ciudadanos en el campo de las ciencias para satisfacer las necesidades o problemáticas de la sociedad, pero sin perder la atención en aquellas ocupaciones o saberes que enriquecieran al espíritu; “preparar a los jóvenes para la observación de unos cánones de conducta social y moral, y adiestrarlos para desarrollar tareas cualificadas” (Martínez Garnica y Acevedo Tarazona, 2016, p. 87).
No obstante que los ideales estaban consolidados, en la práctica no se vieron reflejados, puesto que comenzaban a producirse cambios significativos en los paradigmas, pues los estudios humanísticos dieron cabida a los estudios precientíficos a los que tiempo después se le añadieron los experimentos y las bases científicas que conocemos, fortaleciéndose así las ciencias, las cuales comenzaban a sobreponerse ante los saberes antiguos, como la teología o las humanidades.
En vista de que la realidad cambiaba porque las revoluciones venían con más fuerza, los discursos científicos se potenciaban, y el capitalismo estaba ganándose su lugar en el mundo, se optó por dividir los campos de la ciencia, entonces las universidades se segmentaron en carreras como en la actualidad las conocemos: Administración, Arquitectura, Política, Derecho, Ingeniería, Finanzas, entre muchas otras, lo que resultó con mayor éxito para las circunstancias que comenzaban a vivirse, como la Revolución Industrial, pues pragmatizaba los saberes.
Bajo estas características, las universidades vieron conveniente dejar de implementar materias de las humanidades que en tiempos pasados se privilegiaban, esto porque al enfocarse en instruir con saberes especializados ya no se veía necesario poner en sus planes de estudios más asignaturas humanísticas que no fueran imprescindibles, como la enseñanza de Lengua y de Historia, de ahí que los demás saberes de las humanidades pasaran a segundo término o se concentraran solo en carreras que se denominan como Letras.
¿Por qué se desplaza a las humanidades del ámbito universitario?
Para entender la razón de por qué se desplazan a las humanidades es pertinente voltear la mirada a la forma en cómo esta disciplina es entendida y valorada. En un primer acercamiento podríamos ver que existe poca claridad sobre ellas, porque se desconoce qué son, de dónde vienen o cuál es su propósito; en segundo plano, al hablar de valorar a las humanidades, el camino se vuelve más complejo, dado que parece que se están valorando a partir de números debido a que la educación se rige a partir del mundo globalizado, cuya aspiración es la acumulación de riqueza y no tanto la formación de personas (Ricardo Calzadilla, 2019).
Prueba de lo descrito es que al momento de ingresar a la universidad ya no se pregunta por la vocación, sino por cuál carrera proveerá más dinero; asimismo, las universidades se ven como una empresa que tiene que saber vender a sus clientes (estudiantes) su producto (esto es, la excelencia académica) que se mide a través de porcentajes, números de matrículas o prestigio político más que por medio de aprendizajes con valor social, cívico o vocacional; en otras palabras, la universidad, como anota Wager (2015), se mercantiliza; por lo tanto, se anteponen modelos educativos que garanticen en poco tiempo competencias para el trabajo, de ahí que se vuelvan populares las universidades express donde se estudia una carrera por tres años o menos en los que solo enseñan lo útil y práctico con rapidez.
Las humanidades, en este sentido, al ser de carácter crítico, analítico, reflexivo y sensible, se vuelven saberes que se construyen con calma, mesura y sensibilidad; empero, en esta época de inmediatez, estos saberes no resultan redituables. Ante tal panorama ¿cómo no desplazar a las humanidades o pretender erradicarlas? Si se las ve como “ornamentos inútiles por quienes definen las políticas estatales” (Nussbaum, 2010, p.20), puesto que no son económicamente rentables para la competencia del mundo globalizado.
A todo esto ¿la culpa es solo del sistema capitalista?
Ante la perspectiva descrita, todo parece apuntar que el problema con las humanidades es en gran parte debido al sistema capitalista; no obstante, no se puede culpar de todo al sistema mismo, puesto que de igual modo nosotros hemos permitido que nuestra educación y cultura sea con base en la liquidez monetaria, en la inmediatez y la autoexigencia para alcanzar una idea de éxito que nos sobrepasa, pero igualmente, el gremio humanístico ha internalizado el pensamiento de que las humanidades son saberes académicos los cuales solo pueden ser discutidos por especialistas, olvidando que las humanidades se destacan por la criticidad de la realidad, en tanto es imposible separarlas de la cotidianidad. Esto tiene una importancia intrínseca en cómo son percibidas, enseñadas, difundidas y qué tanto apasionan a las personas que se encuentran inmiscuidas en el estudio de la disciplina.
Ahora bien, ¿existe futuro para las humanidades en la educación universitaria del siglo XXI? Todo el escenario catastrófico que se ha dictado apunta a que no, como dice Nussbaum: “la crisis nos mira de frente, pero aún no la hemos enfrentado” (2010, p.21), porque existen razones para mantener a las humanidades en la educación universitaria, una de ellas, como afirma la autora citada, es la formación de ciudadanos los cuales son base para la pervivencia de la democracia:
las naciones de todo el mundo, en breve producirán generaciones enteras de máquinas utilitarias, en lugar de ciudadanos cabales con la capacidad de pensar por sí mismos, poseer una mirada crítica sobre las tradiciones y comprender la importancia de los logros y los sufrimientos ajenos. (Nussbaum 2010, p. 20).
Por tanto, es nuestro deber como humanistas procurar la difusión, enseñanza e importancia de la humanidades tanto en el ámbito académico como en el cotidiano, dado que de esa forma se puede garantizar el porvenir de este campo del saber que no está muerto, pero sí sufre de una enfermedad que puede llegar a ser mortal. En síntesis, es necesario distinguir a la disciplina como un saber abierto con la cual se puede realizar desde o fuera de la academia, ya que pensar los problemas actuales es posible a partir de cualquier rama de las humanidades, y su enseñanza puede ser una forma de resistencia para mantener vivo nuestro quehacer. Solo queda preguntar: ¿qué estamos haciendo desde nuestra trinchera para procurar nuestro espacio? Y ¿qué tanto estamos dispuestos a hacer por nuestra disciplina?
Referencias
Martínez Garnica, A., Acevedo Tarazona, A. (2016). El sentido de la enseñanza de las humanidades: una experiencia universitaria. Grafía 13(2), 82-97. http://dx.doi.org/10.26564/16926250.673
Nussbaum, M. (2010). Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades. Discusiones.
Pico Della Mirandola (2016). Discurso sobre la dignidad del hombre. Universidad Nacional Autónoma de México.
Ricardo Calzadilla, I. P. (2019). La universidad y las humanidades: un compromiso complejo. La enseñanza de las humanidades en La educación superior desde un contexto para la paz. Ediciones USTA. https://doi. org/10.2307/j. ctvb939hm, 13.
Universidad de Guadalajara. (s.f.). Ciencias sociales y humanidades. https://www.udg.mx/oferta-academica/ciencias-sociales-humanidades
Wager, J. (2015). No hay salida fácil: crisis, excelencia, valor y el futuro de la humanidades en la educación universitaria. Literatura: teoría, historia, crítica 17(2), 129-148. http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0123-59312015000200008
[1] Al respecto se pueden revisar los textos publicados por el Círculo de Estudios de Filosofía Mexicana, el cual se declara en contra de la eliminación de la asignatura de Filosofía en el bachillerato.